lunes, 27 de abril de 2009

Mis 15

1) Sentir el ruido de la lluvia afuera y taparme con la colcha hasta el cuello
2) La risa de mis cuatro sobrinos
3) La casi inexistente soledad de mi casa
4) El olor que me deja mi novio cada vez que me abraza
5) Los ataques de risa que me hacen llorar
6) La milanesa con puré y mayonesa (hecha en casa: 3 yemas y muuucho aceite)
7) Los “te quiero mucho” de mis poco expresivas amigas
8) Saber que después del baño me espera un buen libro en mi cama
9) Salir a comer con mis viejos y escucharlos decir “Salud por nuestro amor”
10) Mi fernet helado y mi Philip diez (o 20)
11) El dulce de leche marmolado de Blue Bell (con mucha crema)
12) Las charlas filosóficas de mis sobremesas
13) El beso inesperado cuando mi chico me abraza de la cintura
14) Los agujeritos en los cachetes de mi ahijado cada vez que se tienta
15) Despertar, abrir mi vieja ventana y dar gracias a Dios

Aclaración: a pedido de mi querida amiga Gaby Baigorrí, esos son mis 15. Haciéndolo me di cuenta de que la lista podría ser larguísima; una buena manera de refrescar todo lo que nos hace felices, por más pequeño que sea.

jueves, 2 de abril de 2009

Yo, fascista


Hace unas semanas, me tildaron de “facha”. Fue cuando deslicé mi opinión con respecto al aborto. Dije sólo que estaba en contra. “Esa es la sociedad en la que vivimos hoy y tu comentario “facho” lo demuestra”, me disparó un amigo. ¿Perdón? ¿Facha? ¿Por estar a favor de la vida?

No entiendo a los que se ponen el rótulo de defensores de los derechos ¿humanos? y salen a las calles con pancartas a favor del aborto. No entiendo a quienes se dicen ¿zurdos?, despotrican contra la derecha genocida, bombardean con argumentos de igualdad y libertad y marchan en pos de lo que ellos llaman la ¿libertad? de elección.

Elegir, claro. Decidir si se quiere o no se quiere traer al mundo un bebé, una persona (por más que intenten llamarlo de otro modo). Santa solución, digo yo. Mujeres ignorantes –o no- que tienen relaciones sin protección, una y otra vez. Y una y otra vez los embarazos. Y una y otra vez la pobreza. Y una y otra vez la falta de recursos. Y una y otra vez el hambre y la desnutrición…y así escucho argumentos que van desde “las mujeres tienen pleno derecho sobre su cuerpo” ó “no se puede traer al mundo una criatura sin desearla”. Y etcétera, etcétera.

Entonces ¡Ya sé! Despenalicemos el aborto… y una y otra vez llevemos a nuestras mujeres a los doctores abortistas para que dejen de traer niños carenciados y no queridos al mundo. Listo. ¿Y dónde queda la esperanza, entonces? Yo, pese a tanta mierda derramada por el universo, todavía la tengo. Todavía tengo fe en que un mundo con educación es posible. Todavía creo que la gente es gente y se puede educar. Todavía tengo esperanzas de que el sexo puede y debe ir de la mano de la responsabilidad. Y todavía tengo la certeza de que la vida tiene un valor inmenso, superior, infinito…

Y a mi querido amigo, le aclaro: tanto la derecha extrema como la izquierda extrema me revuelven las tripas. No creo en ninguna de las dos.