miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sus ojos


Sus ojos. Como castañas o almendras o una mezcla de las dos. Se clavan en mi ventanilla. Parecen tristes. Abro la puerta del auto y se vuelven más achinaditos por la sonrisa que se esfuerza por regalar. ¿Se lo cuido, señor? Sí, claro y devolvemos la sonrisa, de pena, de ternura, de insatisfacción, de bronca y de impotencia. Se sienta en el cordón que separa el lujoso bar de la calle de asfalto mojada por los baldazos de agua que limpian los autos. Un tostado mixto, tres empanadas de queso y una cerveza. La tibieza de tu compañía después de un día eterno, tus manos que calman cualquier miedo… y sus ojos. Allá, me siguen y se achinan, una y otra vez al mirarme. Comemos, reímos, charlamos. Me señala que ya es hora con su dedito minúsculo golpeando la muñeca opuesta. Lo llamo y viene, con sus ojos más achinados que nunca. Le pagamos con dos pesos y se queda quietito, a la espera. Vive en el barrio Antena y se vuelve en bici, solo. Son las 12 de la noche. Pienso en mi cama, en mi aire acondicionado y en mis sábanas recién cambiadas y no puedo evitar sentir culpa. De quién, no lo sé. Quién dijo que yo naciera acá y el allá… qué mago tan injusto me pintó la vida de comodidades y a él se la llenó de carencias. No lo sé. Pero son instantes. De nudos, de penas, de utopías, de soluciones y broncas. Después pasa…me vuelvo a mi barrio y me olvido del Antena, de la expresión de su cara y de sus ojitos achinados. En realidad no me olvido sino que lo dejo ahí, latente, en ese espacio que la mente comparte con el alma. Pero sólo pienso en lo que podría hacer. Si lo llevara, si pudiera, si lo ayudara de alguna forma… un sin fin de potenciales que quedan en eso. Y vuelvo a mis sábanas limpitas a soñar. Y vuelvo a quejarme de lleno mientras sus ojos siguen achinándose en el mismo asfalto que me miró esa noche. Yo volví a casa; él, a la suya. No me olvido más de sus ojos… Palabras, culpas, siempre los demás y yo, nada.

13 comentarios:

Juan Pablo Sosa dijo...

El nudo en la garganta,impotencia; todo lo que muchos llegamos a sentir, pero que no está en nuestas manos solucionar. Los que se tienen que ocupar, los de arriba, es increíble como no pueden sentir. Cómo sólo ven por ellos, cómo se dejan llevar por la codicia, cómo ambicionan cada día más.
No hay soluciones mágicas, pero si acciones concretas. Desgraciadamente, nadie las lleva a cabo.
Besos.

Anónimo dijo...

es asi, muchas veces uno se conmociona al ver estas realidades y nos preguntamos por que pasan tantas injusticias, como la de que un niño no tenga ni siquiera las necesidades mas basicas satisfechas. creo que mas alla de la inaccion (y mala accion para que esto ocurra)de los que manejan los hilos, en nosotros hay tambien una cuota de responsabilidad, ya que entre todos formamos esta sociedad, permitiendo, con nuestras acciones y silencios ante la injusticia, que esto se siga reproduciendo.
me parece muy interesante tu blog!
besos

María Abraxas dijo...

Muchas gracias chicos por sus comentarios y por leerme!! Seguro que los de arriba tienen mucha pero mucha culpa de lo que pasa. Pero como vos decís, Ceci, a todos nos toca una parte de responsabilidad. Un abrazo a ambos!

abraham dijo...

Estoy de acuerdo. Las soluciones no solo pueden ser aportadas desde "arriba" sino que todos los que conformamos una sociedad tenemos responsabilidad en su diseño; tal vez nuestra forma de actuar no deba ser aportando la solución directa, mediante la asistencia específica que se requiere, sino a través un actuar mas comprometido con los demás, aunque nos cueste personalmente. Siempre será difícil proceder valientemente, porque ello generará seguramente enemistades e incomprensiones, pero la decisión de elegir el camino mas duro conlleva el compromiso de indagar en la profundidad de nuestro corazón en busca de la respuesta justa y única al dilema moral que plantea el conflicto que la vida pone frente a nuestros ojos. Me gustó mucho la nota y como escribes; demuestras sensibilidad no solo en la elección del tema sino en la forma que pintas tus sensaciones. Te felicito. Siendo mayor que vos, me alegra ver alguien joven que sea capaz de recordarme viejos sueños solo cumplidos a medias

Sabrina Konz dijo...

Pero es verdad... ¿culpa de qué, de quién, por qué?
La culpa... ¿porque no hago nada al respecto? ¿porque no ayudo más?
Una vez vi unos ojos así... se me clavaron en la garganta hasta que dije basta y tuve que alejarme de ellos como el orgullo a veces se aleja de la verdad.
Niños con sus tarjetitas de Pucca en los bares, niños que van al ciber con la monedita o se la pasan a un padre alcohólico, golpeador, vaya a saber qué...
Los chicos son los que más me duelen. Bah, me duele todo en realidad.
Duele, duele, duele. Duelen esas sábanas limpias a veces. Y esa comida, y ese hogar, duelen. A veces.
Sólo a veces...
Gracias por un baldazo de realidad en el virtual mundo de las palabras que se comparten.
Lo que nunca decís... deberías decirlo siempre.
Un besote.

Lorena Tapia Garzón dijo...

Está lleno de esos ojos achinados. Ojos negros, café, avellana, azules, verdes, grandes, pequeños... Pero todos, siempre, tienen una película gris de fondo, aunque no la notemos. Una película de tristeza, de soledad, de abandono, de indiferencia, de rechazo. Ojalá podamos siempre, siempre, mirar esos ojos. Con mirarlos y nombrarlos, al menos, no los ignoramos. Lindo relato. Besos!

Sebastián Nadal dijo...

Cada uno tiene formas de cambiar aunque sea un poquito de esa realidad. Desde la responsabilidad cívica, ese papel que tenemos todos -decidamos o no ser políticos, podamos o no ser políticos- de votar responsablemente y estar atentos a lo que hacen nuestros representantes; hasta ese no hacernos los desatendidos cuando estamos frente a un par de ojos de ese tipo.
Y bueno, ese es el fin principal de este artículo. Me llegó mucho.
Saludos.

Bruno Cirnigliaro dijo...

Luli, a cada relato te superás. Sin palabras.

Holden Caulfield dijo...

Gracias.

Anónimo dijo...

es bueno saber que has vuelto a las andadas y estas escribiendo, tus excompañeros de campamento Krosty te lo agradecen.

Lo estas haciendo, y muy bien!!!!

(mato la anecdota de la leche chocolatada!!!!)

como me decian en la escuela, sigue asi!!!!!!

besos y felicidades

diego araoz

Bernardita Padilla dijo...

Es inevitable sentir un nudo en la garganta e impotencia, porque esos ojos se multiplican día a día.
Me gustó mucho como lo contaste. Sentí que estaba mirando a esa personita.

Ah y gracias por visitar mi blog! Besos.

Saudo dijo...

No me sorprende tu sensibilidad, Luli. Excelente relato, descripción exquisita. Espero seguir leyendo más cosas tuyas. Un beso, nos vemos.

Gaby Baigorrí dijo...

Luly creo que a todos nos pasa cuando los vemos. Me parece cruel que esos nenes estén en la calle trabajando y me parece peor que sean los padres los que los empujan. A veces creo que tienen la mirada de un adulto pero cuando los ves mientras juegan, me doy cuenta de que siguen siendo niños. Una pena que les roben la infancia...Qué puedo decir de tu relato, tiene destellos increíbles. Besos