jueves, 2 de septiembre de 2010

De a poco

De a poco, de a poquito te voy sintiendo mío. Muy mío. Cuesta, sí. Pero qué bien se siente. Son las 12.30 de la noche y a nadie le molesta el ruido de las teclas que suenan desesperadas con la música de Bebe de fondo que me da muchas pero muchas ganas de vivir. Y me siento viva. Me siento feliz. Arriba de mi departamento, una francesa invitó a medio mundo para inaugurar su nueva casa y yo escucho las risas cerca de mí y hoy, eso me alegra. Hace un rato que terminé la tercera nota para la revista y el olor a cigarrillo me está ahogando. Pero me encanta. Y cuando se mezcla con Lisoform no molesta tanto. Es el olor de casa. De mi nueva y pequeña casa. Mamá ya me dijo que abra las ventanas para que se ventile. Le hice caso pero el olor no se va. Y me sigue gustando. Lavé los platos del medio día hace un ratito pero no los guardé, quedaron en el seca platos escurriéndose. Y para mí quedan divinos. Mientras los lavaba me di cuenta de que estaba pisando algo arenoso. Era el pan rallado que había desparramado mientras preparaba mis primeras milanesas independientes, que ya frizé para comer durante varias semanas con tomates, papas, huevos, tomates, papas y huevos. Sí, extraño las tartas, pasteles, carnes al horno y panqueques de mamá, para qué voy a mentir. Pero me gusta mi comida. Juro que me gusta. Ya barrí el piso y no hay más pan rallado en mi cocina. Dejé la sartén con aceite porque estaba complicada. Pero qué importa. Es más: mañana puedo volver a freir ahí las patitas de pollo porque el aceite no se quemó. Miro por la ventana en busca de vecinos pero no hay nadie. Parece que hoy, martes, todos duermen menos la francesa, su mundo y yo. Me espera mi libro en la cama y el último delicioso y perverso Philip. Y a seguir. Y a empezar. Y a vivir. La tristeza de los viejos duele, siempre. Pero de a poco van entendiendo, de a poco están sonriendo con sinceridad otra vez. Empiezo a escribir mi historia entre estas paredes color crema que cada vez siento más mías. Empiezo a tener mis reglas, muy mías. Empiezo a vivir como me gusta. Como puedo. Como me sale. Empiezo a ser yo y eso me llena el alma. De a poquito. Paso a paso. Estoy cerca de la felicidad. O ya entré, no lo sé. Mamá quiere que bendiga el depto. Yo ya lo siento más que bendecido. Entré por un sueño y eso me alcanza. Llegué con una decisión y eso me basta. Vine con la certeza de hacer de este mi hermoso hogar y me parece más que suficiente. Está bendencido, má. Muy bendecido. Y a Dios, gracias. Por hacerme ver la vida de otra manera. Por hacerme diferente aunque me cueste. Por hacerme abrir los ojos y seguir mi camino. Por soplarme al oído que no me equivoqué. Por estas paredes crema que ya siento mías. Por las cortinas que me faltan y los libros que me esperan en mi cama vieja. Gracias. Gracias. Gracias.

4 comentarios:

Fuser dijo...

Buen relato diario

Anónimo dijo...

eselente!! ando ganas de sentir algo parecido... un solo consejo, ojo con el aceite y sus exquisitas frituras, que con el tiempo acen engordar al espejo.

el de el comentario anterior dijo...

juro que no se escribio la H de hacer, tenia que aclararlo...

Anónimo dijo...

bien ahi