jueves, 15 de abril de 2010

Despedida


Lo miró desganada. Dejó la copa larga de cristal azulino con el champagne a medio terminar. Se abotonó el vestido rojo, el mismo que usaba cada 20 de agosto desde hacía casi ocho años, y entró al baño. Se miró en el espejo. El negro pegajoso de la pintura teñía sus ojos color miel y tenía la cara pálida, ya sin rubor. Casi automáticamente se acomodó el pelo despeinado con la mano y pasó su dedo índice por una de sus cejas.
- Me voy. Se hace tarde.
- Y no me decís nada… te vas. Así.
- Me voy.
Salió de la casa en medio de una oscuridad que se acentuaba aún más en ese pasaje desolado. Buscó un taxi y no lo encontró. Decidió caminar. Divisó su departamento a lo lejos, compró un paquete de cigarrillos en el kiosco de la esquina y llegó. Metió la mano en la cartera y buscó las llaves. Siguió con la mano adentro de su bolso. No estaba. Igual, ya no lo quería.
El anillo había quedado allá, encima de la mesa de luz, la misma en la que cada 20 de agosto apoyaba su copa de champagne mientras se sacaba su vestido rojo.

sábado, 10 de abril de 2010

Soledad (Drexler)

Soledad,
aqui estan mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tu y yo nos vayamos conociendo.
Aquí estoy,
te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás
en cada cosa que he callado.
Ya pasó
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Que raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien
cómo estar solo.

sábado, 3 de abril de 2010

Lluvia


Me gusta la lluvia. Pero que me guste no significa que me alegre. Todo lo contrario. Me gusta, pero me pone triste. Hoy fue un sábado gris, lleno pero lleno de lluvia. A veces finita, a veces no tanto. Fumé como quince cigarrillos mientras miraba hacia la ventana y analizaba la forma de las gotas gordas que caían sobre el vidrio. Leí, ordené, vi dos películas a medias, tomé casi dos litros de mate y lloré un poquito. Un poco. La lluvia me pone así, me saca las lágrimas que me guardo en los días de sol. Pero igual la quiero. Me gusta mirarla, me gusta el fresquito que entra por la puerta del patio cuando llueve, me gusta que me haga acordar que a veces es bueno sacar las lágrimas, me gusta que sea sábado y llueva. La lluvia y la soledad se llevan bien. Y yo, de a poco, estoy aprendiendo a llevarme bien con ese nuevo combo…