Odio a Cumbio. Suena feo y hasta poco tolerante. Sí, soy las dos cosas con Cumbio. Sin tintes medios.
Todo empezó cuando entré en una librería de Miramar que tenía muchos libros de oferta, más baratos que en cualquier lado. Empecé a hojearlos mientras les plumereaba con la mano la tierra que los cubría cuando la cara fea, grande, agujereada y flequilluda de Cumbio me clavó los ojos. “Yo, Cumbio”, rezaba la tapa del libro.
Entonces pensé en mis ganas frustradas de publicar alguito, al menos un par de líneas, algunas hojitas… y pensé en todos los talentos que conozco que sueñan con publicar sus escritos y no pueden. Pero Cumbio sí puede. Obviamente no pude resistirme a echarle un vistazo. Sí, lo que se imaginan: su vida de flogger, cómo empezó a ser una flogger, sus superdotados pensamientos de flogger y etcétera. No desvalorizo a Cumbio para nada pero la odio, eso seguro.
Salí de la librería con varios libros bajo el brazo (menos “Yo, Cumbio”) y el viento helado que me golpeaba la cara me hizo olvidar del asunto. Me sentí contenta con mi compra y ya ni me acordé del flequillo violeta de la flogger más famosa del país. Hasta ayer. Prendí la tele mientras me comía un buen pan francés con manteca y azúcar. América: “Agredieron a Cumbio”. Ahá. Telefé.: “Cumbio atacada por otro flogger”. Canal diez: “Habla Cumbio después del ataque”. Crónica: “Declaraciones exclusivas de Cumbio”. Palabras más, palabras menos, todo giraba en torno a Cumbio. Confieso que no me choca tanto escucharla hablar. Más me chocaron sus ojos mirándome fijo en la tapa de su flamante libro de editorial lujosa. Yo me pregunto: ¿Qué buscan los floggers? ¿Qué ideales tienen? ¿A dónde quieren llegar? No es que me interese demasiado pero es una inquietud. Sí, odio a los floggers y a Cumbio, un poco más. Pero acabo de dedicarle unas líneas, sin editorial ni fotos de mi cara en primer plano ni titulares desopilantes. Pero es para ella. Te odio, Cumbio.
Hace 7 años