lunes, 9 de febrero de 2009

II) El hermano que no era

Primero me apuntabas con el dedo mientras veíamos algún dibujito en la tele. Sólo te limitabas a señalarme sin verme. A veces le añadías a ese gesto la palabra “futuro”, no sé por qué. Quizá eran minutos o segundos pero para mí se transformaban en horas. Me molestaba, me arrancaba mil lágrimas. Recuerdo que trataba de detenerlas pero salían igual, atolondradas, húmedas, furiosas, como una cascada. Y ahí es cuando lo disfrutabas más, cuando mis ojitos de niña te decían que te odiaban mucho, mucho y vos te reías, colmado de placer. Es la regla por ser la más chica y tu aval por ser el más grande. Después de que me secaba las lagrimitas infantiles y me encerraba en mi cuarto, entrabas serio, sigilosamente con tu mirada de niño pero que para mí era la de un gigante de ojos azules. Te parabas al lado de mi cama y yo te preguntaba qué pasaba, por qué me mirabas así. “Basta, Marce”, te imploraba. Y ahí llegaba el juego. “Yo no soy Marce. ¿Quién es Marce? ¿Crees que soy tu hermano? No. A tu hermano se lo llevaron. Yo soy otro, sólo tengo el físico de él pero no soy él”. Qué terror. Te creía, cegadamente te creía. Y otra vez estallaba en lágrimas y otra vez te dolía la panza de tanto reírte. Cada vez que los viejos no estaban, te sentabas a mi lado y me contabas la historia inventada de que yo era adoptada, que me había dejado una gitana en la puerta de casa. “¿No ves que la mamá no tiene fotos de cuando estaba embarazada de vos? Y no… es que te trajo una gitana y te dejó abandonadita. Pero igual te queremos nosotros”. Me buscaba en albumes familiares en la panza de mamá y no me encontraba. Claro que estaban las fotos pero vos, pequeño demonio, me jurabas que era alguno de ustedes tres los que estaban adentro del vientre de la vieja.
Pero qué bueno que las lágrimas terminen siendo a veces risas impagables, recuerdos felices que endulzan la vida. Y qué bueno que tu dedo ya no me señale para molestarme hasta hacerme llorar sino para aconsejarme, guiarme y cuidarme (a tu manera). Qué bueno.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jaja, mi historia con mi hermano es parecida, aunque a la inversa: yo era la mayor y lo tenía de hijo, pobrecito. Encima él, tan buenudo, caía en todas mis brujerías. Hoy, al revés de nuevo, es él quien me da consejos y yo disfruto. Lindos relatos, Luli. Beso

Anónimo dijo...

para que sepan ese NO soy yo...jajajaj besos hermanita

María Abraxas dijo...

jajajaja! No, hermano, vos no me molestabas. Todo lo contrario. Eras lo opuesto, eras mi hermano del alma, eras el que me enseñaba matemática, el que se levantaba temprano, el que se sentaba a mi lado a escucharme, el que se preocupaba por mí. Y lo seguís siendo. Ves? ya va a llegar uno para vos. Te quiero.

Anónimo dijo...

JAJAJA! POR DIOS QUE CREATIVIDAD!
NO SOLO ESTUMULABA TU IMAGINACIÓN CON FANTASÍAS, SINO QUE FORJABA EN VOS LA MARAVILLSOSA VIRTUD DE LA PACIENCIA.
EN RALIDAD FUI PARA VOS UNA MARAVILLOSA MEZCLA ENTRE SEÑOR MIYAGUI Y PIPO PESCADOR.
UN BESO.
MONSEÑOR MORKOS